“La suerte juega con cartas sin marcar, no se puede cambiar.”Andrés Calamaro
Hace pocas horas regresé a la casa. Ella me acompañó a dos cuadras de donde vivo. Tuve que caminar con algo de preocupación. Ya era tarde, diez de la noche. Al entrar a mi colonia (barrio) se encontraba un carro de la Policía Nacional y varios peritos del Ministerio Público. ¡Mataron a alguien! - En efecto -. Fueron cuatro personas asesinadas. – Hace mucho tiempo que no asesinaban a alguien -. Varios meses tuvieron que transcurrir para infundir el miedo, una vez más. Se hicieron presentes los vecinos (los mirones y chismosos). Nunca faltan. Son los primeros en llegar, quizá, despojaron de sus pertenencias a quienes yacen allí sobre la banqueta. Le han ganado a las ambulancias. Saludé a mi familia al entrar a mi hogar, vi que todos estuvieran a salvo. No pudieron evitar estar preocupados por mí. - ¡Ya no se puede trabajar ni estudiar en este país de mierda! Los maleantes gobernarán esta tierra. Deberían hacerlo con rapidez. El “débil” o “bueno” debe desalojar de inmediato -. No pude dormir bien por los mismos problemas. Al menos la ansiedad ha disminuido ahora. – El sol ha salido, hay un poco de frío en el ambiente. Bañarse costará esta vez -. Alguien ha limpiado las calles. No pueden verse así en un barrio lleno de ignorancia. ¿Soy el único que recuerda a los fallecidos de anoche? Quizá madrugaron desde temprano para borrar la evidencia. – Todos claman por seguridad, por un mejor líder, por mejores condiciones. Pregúntales, quiénes asesinaron a los inocentes de anoche -. Fueron el silencio y la indiferencia. Les dieron posada mientras los policías interrogaban a los sospechosos.
Y es el asesino que reza para no ser capturado por la policía, es su madre quien lo persigna en la frente, le desea un buen día y le dice: “ten cuidado ´mijo, allá afuera hay personas que hacen el mal y matan para la estadística.”
Psicólogo clínico, apasionado por la lectura de nóvelas y cuentos. Recientemente, incursiono en la escritura de cuentos cortos.
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