"Es un vicio, vicio el rock and roll”
Ratones Paranoicos

Jorge Lambour ofrece canciones amables de rock

Compartir:

Jorge Lambour está de vuelta con su EP Casimiro 2. Después de tocar con el grupo Influenza y el Plan Beta, amén de participar en proyectos con Tijuana Love, Chejo Enriquez y El Gordo, decide ir por sus propios fueros y grabar dos producciones con su nombre, en efecto, este es el segundo. El guitarrista, cantante, compositor guatemalteco sigue en búsqueda de consolidar su carrera con coherencia y originalidad.
 
Lambour lleva años en el oficio. Quizá más de 30. Y toda la experiencia obtenida en ese tiempo, lo pone al servicio de estas nuevas producciones. En el volumen 2, casi repite la formación de su grupo del volumen 1, es decir, de viejos amigos como el tecladista, Paulo García; el bajista, Alejandro Guerra; el batería David Chinchilla; y el percusionista Estuardo Moreira. Se añaden, al coro a Ana García y al bajo a Juan David Barneond (en algunos tracks).
 
Este disco fue forjado en plena pandemia (marzo-junio 2020), por tanto, guardando la distancia, eso produjo que cada uno grabara su parte en casa. Chinchilla se encargó de mezclar y producir todo el material.
Con ellos se da a la tarea de desgranar historias sobre el amor y la vida, en un tono nostálgico en unos, en otros, triste o con cierta rabia o con cierta entereza, también con descontrol.
 
Veamos, el disco abre con la serena Deja vú (Lo ya visto). “Que salga el Sol ya por favor/ La noche nunca se acabó/ pasó/ Pensarlo tanto me rompió/ Y el día nunca despertó/ Repitiendo escenas/ Esto juro sucedió/ Fue dejavú / Es dejavú/ La enfermedad nos atrapó/ Mentes enfermas alcanzó”. Como ve, su letra pinta una historia triste, una reincidencia de ruptura y de dolor. Por supuesto, las capas delicadas de guitarra son el preámbulo a esta historia contada por una voz cálida, que sale natural, uniforme. El bajo y la batería se incorporan marcando ese tiempo medio con un centro tonal en La bemol mayor. El coro apoya ciertas frases y el estribillo. Y el peso lo proporciona un solo de guitarra atractivo. Es digamos una pieza en clave de pop rock. 
 
No así Fingí, una tonada más rockera. Esta canción es un grito de desesperación, es el hastío de tanto fingir que no ha pasado nada, que todo está bien, pero que eso se acabó. Por supuesto, hay impaciencia hostil, “Me cansé de la ignorancia en todos/ Me harté de esperar palabras de aliento/ Noches más desgastantes”. La energía que desprende el tema encuentra matices en pasajes de guitarra con reverb que no deja de ser transparente en su sonido y estética. De nuevo hay un solo de guitarra que aulla con cierta brusquedad sí, buscando transmitir el malestar que subyace.
 
Luego aparece Vacío, en tiempo medio. Tiene postura rockera, pero es más power ballad. La letra habla de ese vacío que se experimenta después de reconocer daños y frustraciones. “Ya cedí, ya intenté, ya perdí/ Me creí que estoy tan perdido”. Un solo filoso de guitarra se abre paso en esta pieza con intensidad y autoridad que acelera su final. Quizá es una de las mejores canciones del álbum. Tanto por su melodía como por su estructura.
 
Los otros temas como Trampacabeza, una canción que habla de pérdida de control pero regido por la autenticidad. Aquí hay arrebatos rockeros igual una pizca de rock progresivo. Y en cuanto a Benditos Humanoides, es otra canción rockera a dos voces, habla del ser humano que se caracteriza por ser negativo, frágil, miedoso, incapaz de ofrecer paz y asir la felicidad. Es una melódica canción pop rock que, en su segunda parte, ofrece un fragmento con sintetizador y después un solo poderoso de guitarra, en plan bluesero, que nos recuerda que el corazón manda en este trabajo.
 
Por último, está El dance-on (Regreso a casa), una canción dedicada a la aceptación de que lo buenos días no vuelven porque el tiempo avanza, pero que en este momento hay que gozarlos y colorearlos a nuestra manera. Tiene el ingrediente funk, aunque no deja de ser rockera. En esta es donde, como puente, escuchamos un guitarrazo vigoroso intenso pero breve. 
 
Es una lástima que Jorge Lambour siendo un buen guitarrista no se exponga. Ni luzca con amplitud sus habilidades. En cuanto al sonido de la batería no termina de pulirse. Al escucharlo, uno adivina que se trata de una grabación chapina, que aún falta en el país ingenieros capaces de microfonear (si es que existe ese verbo) con excelencia, para que sea una batería genuina.
 
La banda de Lambour responde a las necesidades y a la fuerza que requieren sus canciones para que no decaigan, pero también para delinear su bondadosa musicalidad y a esa originalidad que busca. Lambour con Casimiro 2, persiste con esa convicción real de tejer canciones accesibles, con ingredientes rockeros de los años ochenta. 

Compartir:

Por Jorge Sierra

Jorge Sierra

En su haber está la conducción de cuatro programas radiales dedicados al rock: Antena Universal, Conmoción, Revolución Rock y El Gran Debut. Su cuerpo de trabajo descansa en los reportajes y críticas dedicadas al rock y a la música en general para Crónica, elPeriódico y Siglo21, Nómada y en Escuchaesto.com. También está su investigación sobre la música nacional en el libro Guatemala, historia reciente (1954-1996), Vol. V, por FLACSO.

Ver todos los artículos de Jorge Sierra